Según
el autor del artículo, el Comunicado de Economistas Ecuatorianos para Enfrentar
la Crisis utiliza verbos como “reducir”
y “disminuir”, y eso es argumento
inequívoco de que las propuestas son formuladas desde lo que el autor denomina como
“Consenso de Washington” que, según él, significa: disciplina fiscal, liberalización
comercial y financiera, y desregulación.
Es
cierto que el Comunicado utiliza verbos como “reducir” y “disminuir”. Sin embargo, es falso que se los utilice como
el autor pretende presentarlo. Por ejemplo, en orden de prelación, el
Comunicado sugiere reducir la
incertidumbre, y el riesgo sistémico
bancario antes de mencionar reducir
la tasa del ISD, los impuestos al sector productivo, los aranceles a los insumos
tecnológicos y materias primas, y las
regulaciones excesivas del sistema financiero.
Es
decir, la prioridad es reducir la incertidumbre que rodea la toma de decisiones
del sector privado, que es el llamado a liderar la actividad económica bajo
cualquier punto de vista de sostenibilidad.
Durante los últimos años, el sector privado ha vivido de la extracción
máxima e inmediata de rentas provenientes del suministro de bienes y servicios
al estado, en lugar de considerar actividades de largo plazo que no han sido
alternativas viables por la incertidumbre.
El autor debería instruirse sobre las causas y los efectos de la
denominada enfermedad holandesa que ha perjudicado el desempeño económico del Ecuador en los
últimos ocho años. Además, antes de
hablar de reducir impuestos, los economistas del Comunicado hablan de reducir
el riesgo sistémico bancario, pilar fundamental de una economía saludable. También se puede notar claramente que no se habla de una reducción generalizada
de impuestos, sino sólo de aquéllos que están dañando más severamente la
productividad del sector privado.
Estimaciones econométricas indican que las pérdidas de producción por las salvaguardias son de alrededor de $200 millones al año. El Comunicado tampoco habla
de desregularizar indiscriminadamente, sino de reducir las regulaciones excesivas
que durante este gobierno se han multiplicado en distintas esferas.
El
Comunicado también sugiere disminuir,
no eliminar, la rigidez del
mercado laboral, sobre todo porque evidencia de la Gran Recesión indica que
en el largo plazo la flexibilidad laboral conduce a menores tasas de desempleo.
Pero el
autor pretende ocultar que también el Comunicado usó verbos como “incentivar”, “repensar”, “cambiar”, “fortalecer”, y “adoptar” para referirse a temas como inversión privada, modelo de desarrollo, dolarización, y estándares
internacionales de medición de eficiencia de gestión pública.
El
autor menciona que Alan Greenspan “reconoció los errores del modelo que puso en
jaque a la economía mundial en el 2008”. Pero el autor oculta intencionada o
inintencionadamente que Greenspan se refería únicamente a la (ex post evidente)
falta de regulación de los mercados financieros, en particular de los mercados
de la denominada banca sombra, no al “modelo” económico.
El
autor también menciona que los países latinoamericanos aplicaron con mayor
profundidad las medidas del “Consenso de Washington” y obtuvieron los peores resultados
de crecimiento económico en comparación a Corea, Taiwán, Singapur y China. Para esto se basa en un estudio de Eduardo
Lora. Pero ese estudio de ninguna forma
establece que los países con mayores cambios estructurales en los noventas son
los que menos crecieron. Simplemente
ofrece un índice de reformas estructurales. Casualmente, Bolivia fue uno de los
que más profundamente llevaron a cabo reformas estructurales en ese entonces, y
hoy es uno de los países que lideran el crecimiento de Latinoamérica.
Sin
embargo, lo que llama más la atención de los argumentos que plantea este autor
tiene que ver con la falta de rigurosidad lógica, no se diga académica, para
llegar a la conclusión sobre el fracaso de lo que él equivocadamente denomina “neoliberalismo”.
En
primer lugar, especular no puede ser parte de una discusión medianamente seria
en economía. Por ejemplo, una afirmación
como esta no cuenta con asidero lógico alguno, más allá de la especulación:
“Si los chinos hubiera aplicado las terapias de choque que los neoliberales impusieron a la economía rusa luego de la caída del comunismo, hoy China se parecería a Rusia: dependiente de sus recursos naturales, y su riqueza entregada a la oligarquía.”
Y eso que
China tiene una de las tasas de desigualdad de ingresos más alta del planeta.
Las
especulaciones continúan cuando el autor pretende indicar, sin elementos de
juicio lógicos o académicos, que el modelo de sustitución de importaciones “generó
resultados económicos y sociales superiores a los arrojados por el periodo del
Consenso de Washington.” Para llegar a
una conclusión de esta naturaleza el autor debe estar consciente que se necesita
mucho más que un gráfico y unas cifras.
Se necesita controlar todos los otros factores que inciden en el
crecimiento económico para determinar las causas del crecimiento en una
situación u otra. Eso se estudia en
economía.
Estoy de acuerdo en que se necesita un modelo que sea consistente con las realidades del Ecuador. Nuestro país es el único en el mundo que es petrolero y está dolarizado. Es único también por una infinidad de otras razones, como su ubicación geográfica privilegiada. Sin embargo, eso no significa que se va a diseñar un set de políticas económicas exclusivas para Ecuador en el sentido de adoptar políticas que ha sido probado que no funcionan en el mundo contemporáneo. Sobre todo, lo importante es que las políticas que se sugieran tengan asidero académico desde el punto de vista económico, y no sean fundamentadas desde el dogma, como ha sucedido en los últimos ocho años. Que esa “tercera vía” que sugiere el autor sea académicamente fundamentada. Más allá de las etiquetas, los prejuicios, y los estereotipos, lo que se necesita es un debate serio que deje de lado las pasiones y la falta de rigurosidad a la que la toma de decisiones de política económica ha estado sujeta en estos últimos años.
Actualización 9/2/2106: Nicholas Gachet me pasó este paper titulado "IS THE WASHINGTON CONSENSUS DEAD? GROWTH, OPENNESS,AND THE GREAT LIBERALIZATION, 1970S–2000S" de Antoni Estevadeordal y Alan M. Taylor, publicado en RESTAT en 2013. El abstract indica que (el resaltado es mío):
Estos resultados son de cierta forma conocidos. No existe un análisis bien realizado en términos de controles que haya podido demostrar la causa del mal rendimiento de los países de Latinoamérica en los 80s.
Estoy de acuerdo en que se necesita un modelo que sea consistente con las realidades del Ecuador. Nuestro país es el único en el mundo que es petrolero y está dolarizado. Es único también por una infinidad de otras razones, como su ubicación geográfica privilegiada. Sin embargo, eso no significa que se va a diseñar un set de políticas económicas exclusivas para Ecuador en el sentido de adoptar políticas que ha sido probado que no funcionan en el mundo contemporáneo. Sobre todo, lo importante es que las políticas que se sugieran tengan asidero académico desde el punto de vista económico, y no sean fundamentadas desde el dogma, como ha sucedido en los últimos ocho años. Que esa “tercera vía” que sugiere el autor sea académicamente fundamentada. Más allá de las etiquetas, los prejuicios, y los estereotipos, lo que se necesita es un debate serio que deje de lado las pasiones y la falta de rigurosidad a la que la toma de decisiones de política económica ha estado sujeta en estos últimos años.
Actualización 9/2/2106: Nicholas Gachet me pasó este paper titulado "IS THE WASHINGTON CONSENSUS DEAD? GROWTH, OPENNESS,AND THE GREAT LIBERALIZATION, 1970S–2000S" de Antoni Estevadeordal y Alan M. Taylor, publicado en RESTAT en 2013. El abstract indica que (el resaltado es mío):
According to the Washington Consensus, developing countries’ growth would benefit from reductions in barriers to trade. However, the empirical basis for judging trade reforms is weak. Econometrics are mostly ad hoc, results are typically not judged against models, policies are poorly measured, and most studies are based on pre-1990 experience. We address these concerns by employing a model with capital and intermediate goods, compiling new disaggregated tariff measures, and employing treatment and control regression analysis with differences-in-differences. We find that a specific treatment, liberalizing tariffs on imported capital and intermediate goods, led to faster growth, consistent with the model.
Estos resultados son de cierta forma conocidos. No existe un análisis bien realizado en términos de controles que haya podido demostrar la causa del mal rendimiento de los países de Latinoamérica en los 80s.
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